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Te conocí en la tormenta

En las aguas agitadas de los mares de mi alma hueca.

 

Cuando las gotas de ira se derramaban desde mis labios y dientes

como una cascada de odio incesante lastimando a su paso las laderas,

las amistades imprescindibles y también las endebles.

 

Te conocí en la aflicción.

En el vacío, en la soledad de la noche, y la del día.

Cambiaste los sórdidos gritos de insatisfacción.

Porque te conocí, vino la calma. La canción. Se fue la apatía.

 

Pero la vida es una maraña indescifrable de experiencias rotas.

Me rompí de nuevo. Llovió de nuevo. Tempesteó.

Crujió desde el cielo la tormenta y otra vez el alma se vació.

Se hizo hueca de versos, de flores, hueca de anhelos por tiempos mejores.

 

Me perdí.

 

Y ahora me buscas otra vez.

 

Me buscas en el desierto, en la sequedad de la muerte,

Me buscas en la sed de una garganta silente.

El rugido de tu voz me despierta, penetra mi alma cansada.

Me alborota, pero me calma.

 

Ya lo habías dicho, tú no quebrarás la caña cascada

ni apagarás el pábilo que humea.

He aquí la caña, he aquí el pábilo que espera

anhelando que digas la palabra.


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